UN BUEN MATRIMONIO REQUIERE ESFUERZO
Para tener este tipo de relación ordenada por Dios en el matrimonio, ¡ambas partes tienen que esforzarse! Tienen que dedicar a su unión la energía y el razonamiento que un científico dedicaría a un invento importante. Las parejas que alcanzan verdadero éxito y felicidad jamás dan por sentado su matrimonio. Las parejas realmente cristianas oran con frecuencia por su matrimonio. Estudian la Biblia y otras fuentes para mejorar su relación. Y asumen el compromiso mutuo de hacer durar su unión "hasta que la muerte los separe".
Todo esto va forjando dentro del matrimonio un sentido de confianza y estabilidad. Como escribió el autor de los Proverbios: "Mujer virtuosa, ¿quién la hallará? Porque su estima sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas. El corazón de su marido está en ella confiado, y no carecerá de ganancias. Le da ella bien y no mal todos los días de su vida" (Proverbios 31:10-12). ¡Qué hermosa imagen de servicio amoroso y dedicación de parte de una esposa piadosa! Una esposa merece la más profunda estimación, como un tesoro.
Un hombre con una esposa realmente amorosa debe responder a la misma altura "dando su vida" por ella: amándola, honrándola, protegiéndola, sustentándola y sirviéndola en todas las formas. Además ningún esposo debe permitir nunca, jamás, que su mente o sus emociones se envuelvan románticamente con otra mujer. Jesucristo llama adúltero a este tipo de pensamiento lujurioso: "Yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5:28).
Si la persona acostumbra cometer esta clase de traiciones, causará estragos a su esposa y su matrimonio. Aquel que nos hizo hombre y mujer nos dice: "Mas el que comete adulterio es falto de entendimiento; corrompe su alma el que tal hace" (Proverbios 6:32). Algunas versiones traducen del hebreo original como "es falto de corazón" en vez de "es falto de entendimiento", porque una conducta tan mal concebida, tan perversa y egoísta, acabará por "desgarrarle el corazón" a un esposo amoroso que descubre que lo han defraudado y deshonrado de este modo. Y lo mismo puede decirse de la esposa que se ve defraudada. Los sentimientos profundos de amor y confianza, de hogar y familia, de profunda dedicación y seguridad, ¡se rompen en mil pedazos! Con razón este pasaje prosigue así: "Porque los celos son el furor del hombre, y no perdonará en el día de la venganza. No aceptará ningún rescate, ni querrá perdonar, aunque multipliques los dones [regalos]" (vs. 34-35).
Todos los que están casados, o que puedan estarlo en el futuro, debemos asumir el compromiso profundo de honrar nuestro matrimonio en todo. Debemos estudiar la palabra de Dios sobre este tema, orar diariamente por nuestro matrimonio y familia, agradecer a Dios con frecuencia el habernos dado una pareja cariñosa y fiel, y hacer todo lo que esté de nuestra parte, con la ayuda de Dios, para forjar un profundo sentimiento de amor, confianza y estabilidad en nuestra unión
COMUNICACIÓN SINCERA Y CORDIAL
Cierta autoridad en el tema citó a una mujer que llevaba diez años de casada, y que habló así de su matrimonio: "Me parte el alma. Antes de casarme, salía a un restaurante y me bastaba dar una mirada al salón para saber quiénes eran casados y quiénes no. Si la pareja comía en silencio total, o si la mujer parloteaba mientras el hombre comía haciendo de cuenta que ella no estaba allí, entonces eran casados. Yo me propuse que eso jamás me sucediera… pero me sucedió".
¿Por qué hay casos como este? ¿Por qué los esposos y esposas (los que más deberían comunicarse a fondo) no lo hacen?
Amar significa compartir. Todo esposo que se precia de serlo debe cultivar el hábito de comentar sus planes y esperanzas con su esposa, contarle sus pensamientos y deseos más profundos… ¡y no sólo los negativos! De este modo, le hace sentir que ella verdaderamente es "parte" de él. Esta actitud y este trato son mucho más importantes para una mujer de lo que se imaginan los hombres. No obstante, muy pocos comparten su vida en esta forma con su pareja.
Por qué?
Los recién casados suelen esforzarse por aprender y adaptarse a las actitudes y preferencias del otro. Les agrada intercambiar opiniones sobre casi todo.
Pasan algunos meses, y después de conocer mutuamente sus opiniones, cuando les parece que entienden sus actitudes, el interés y la emoción de "llegar a conocerse" termina.
Al proseguir la vida en común, y con la llegada de los hijos, la mujer suele interesarse y hablar cada vez más de sus hijos y de mil detalles domésticos que en general son de escaso interés para el marido. La pareja cree conocer lo que el otro piensa de ciertos temas y no se toma el trabajo de comentar.
Respecto de sus hijos, la mayoría de los esposos solamente quieren escuchar lo bueno. Si la esposa le confía los problemas detallados de la crianza de la familia, él se irrita o se aburre. Cuando los hijos están pequeños es cuando más siente la esposa que le hace falta su marido. Sin ningún adulto en la casa con quién hablar, el marido con frecuencia se escabulle detrás del diario o prende el televisor antes que soportar lo que para él es "la repetición de la repetición" de una sarta de frustraciones domésticas.
Un esposo debe tratar a su esposa como su "novia". Debe cultivar y forjar un ambiente de amor, romanticismo e intimidad en el hogar, saludándola con un beso, tomándole la mano cuando salen a caminar y abrazándola con frecuencia durante el día y manifestando su cariño de un modo abierto y generoso.
El amor verdadero implica un profundo y permanente respeto. El hombre debe sentir gratitud para con esa mujer que ha decidido unirse a él por encima de todos los demás y hasta la muerte. Debe respetar este hecho, así como las muchas cualidades de ayuda, paciencia y servicio que prácticamente toda esposa posee. Debe fomentar lo mejor que hay en ella y no tratarla con menosprecio ni críticas humillantes, las cuales, la mayoría de las veces, sólo logran rebajarla y hacerla responder de igual forma.
El hombre debe respetar a su esposa como un ser humano adulto hecho a la imagen de Dios.
COMUNÍQUESE DE UN MODO POSITIVO
paciones más íntimas de nuestra pareja no implica automáticamente "juzgar" ni aconsejar. A menudo, lo que más conviene es simplemente escuchar. Luego, con el tiempo, su pareja probablemente le pedirá su consejo o comentario. Pero debe hacerse por iniciativa de la otra persona, no la suya. A nosotros nos corresponde mostrar amor e interés sinceros. Debemos estar dispuestos a dedicar tiempo a nuestro cónyuge para "escuchar", manifestando interés genuino por lo que está diciendo y viviendo. En este proceso, aprenda a hacer preguntas y animar a la otra persona a hablar a fin de captar bien la situación: "Dime más". "Ya veo". "¿He entendido bien lo que quieres decir?" "No me había dado cuenta. Por favor ayúdame a entender más a fondo para que tu preocupación sea mía también". Expresiones como estas señalan el interés y el cariño que uno siente por el otro.
TRABAJEN Y SUEÑEN JUNTOS
Comenten y analicen esos sueños con cariño y comprensión el uno por el otro. Luego esfuércense y oren juntos para hacerlos realidad.
Aprendan a responder el uno al otro de modo abierto y amoroso. No guarden secretos indebidos. No guarden rencores. Esta vida es la única que tienen, su pareja es la única que tienen y es su único amor. Aprendan a pensar y sentir al unísono, resolviendo todos sus problemas juntos, en equipo. La tranquilidad y el aliento mutuo que sentirán, unido al amor caluroso que vivirán, traerá una dimensión adicional de comprensión y un mayor sentido de propósito y alegría en la vida, que no se alcanzan de ningún otro modo. Sin duda, "no es bueno que el hombre esté solo" (Génesis 2:18).
CASARSE ES ENTREGARSE POR COMPLETO
Tal como hemos visto, la relación entre Cristo y la verdadera Iglesia simboliza la relación entre el marido y la mujer. Después de una vida de dar y servir, al finalizar su tiempo como ser humano, Jesucristo se dio a sí mismo por la Iglesia. Asimismo se instruye a los esposos: "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama" (Efesios 5:25–28).
Normalmente, cada uno de nosotros piensa en sus propias necesidades. Nos ocupamos de nuestros propios deseos. Nos damos gusto en lo que queremos. Pero en el matrimonio Dios nos ha hecho "una sola carne" y debemos aprender a pensar como tal. Debemos considerar constantemente las necesidades y deseos de nuestra pareja y pensar cómo atender a nuestra "media naranja". Esto implica pensar y planear y ejercer dominio propio. Implica darse a sí mismo a otro ser humano. ¡Eso es el matrimonio! ¡De eso se trata!
APRENDAN A PERDONAR
Otra necesidad absoluta en un matrimonio realmente feliz es el perdón. Cuando dos personas comparten toda su vida, cuando están juntas buena parte de cada día y de la noche, es inevitable que surjan algunos roces. Al fin y al cabo, somos humanos. La mejor manera de resolver este problema, es hacer lo que Dios ordena.
Enfurruñarse, amargarse, pensar mal del otro o atribuirle toda la culpa resulta insensato. No sirve sino para crear más problemas, más disgustos y posiblemente hasta un divorcio. Ciertamente, como hemos visto, hay que hablar de las ofensas y los malos entendidos. Procure escuchar de verdad el punto de vista del otro. ¡No se quede allí pensando en lo que usted va a decir! No piense cómo va a contraatacar o a "desquitarse".
¿Desquitarse?
¿Desquitarse con quién? Si usted capta plenamente y acepta el hecho de que usted y su pareja son "una sola carne" unida para Dios por toda la vida, ¡entonces no intentará "desquitarse" consigo mismo! El mal se lo haría a sí mismo.
Si después de una discusión familiar o de un desacuerdo serio con su pareja sobre alguna ofensa, sea real o imaginaria, usted sigue enojado o molesto con el otro, ¿qué debe hacer? Nuevamente, debe hacer lo que Dios siempre manda en esas situaciones: ¡perdonar al otro!
"¡Pero la culpa fue de él, o de ella!" decimos. "Y además, ¿cómo voy a perdonar si ni siquiera me ha pedido perdón?" La oración ferviente y la guía de Dios nos enseñan a perdonar a toda clase de personas por todo tipo de "males" reales o imaginarios que nos hayan hecho: el conductor que se nos atravesó a la entrada de la autopista, el niño vecino que escucha su música rock a todo volumen por la noche o la vecina que estuvo chismeando de nosotros.
Hablando de acciones muchísimo peores que estas, Jesucristo que es nuestro máximo ejemplo dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lucas 23:34).
Todos debemos llegar a comprender que la mayoría de las personas no nos hacen daño "con intención". No es su intención obrar mal. Simplemete son humanos. Pronuncian palabras ofensivas sin pensarlo o actúan de modo nocivo sin reflexionar sobre lo que realmente hacen. Y muchas veces, eso "duele".
Sin embargo, Aquel que dio su vida por nosotros también nos instruye así: "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas" (Mateo 6:14–15). Si de este modo debemos perdonar a todas las personas, ¿cuánto más debemos perdonar a nuestra preciosa pareja que se ha convertido en nuestra propia carne y hueso?
EL ESPÍRITU DE PERDÓN
Es importante que con frecuencia le roguemos a Dios que nos dé el "espíritu de perdón". Para algunos, parece terriblemente difícil perdonar a los demás. Es casi como si les agradara guardar rencores y resentimientos durante años.
Recuerde que nuestra ira contra otros humanos generalmente no les hace daño a ellos. ¡Quizá ni siquiera estén enterados! En cambio, a nosotros sí nos hace daño. Nos torna abatidos y de un mal humor que es muy difícil de sobrellevar.
EL ROMANTICISMO ES DE VITAL IMPORTANCIA
Hemos dejado el tema del "romanticismo" para el final. Aunque es el catalizador que atrae a los jóvenes, con frecuencia les hace olvidar la importancia de los demás aspectos dentro del matrimonio, muchos de los cuales acabamos de tratar.
Sin embargo, debemos tener cuidado de no dejar el "romanticismo" o los sentimientos por fuera. Por mucho tiempo que lleven dos personas casadas, por "ancianas" que parezcan, no pierden la necesidad de recibir cariño ni de vivir un amor romántico. El deseo de besar y de abrazar, de "tener a alguien", es casi tan fundamental para muchos como lo es respirar. ¡Lo cual no tiene nada de malo!
cada uno de nosotros debe aprender a amar sinceramente a nuestra pareja. ¡Póngase de rodillas y ruegue a Dios que le ayude a tener el cariño que debe tener, a ser el esposo o esposa que debe ser! Y exprésele su gratitud por haberle dado una pareja para toda la vida, con quien pueden ser amantes, amigos y compañeros, con quien pueden compartir plenamente las bendiciones de nuestra existencia física.
Pídale a Dios que le ayude a aplicar todas estas "claves" para un matrimonio lleno de felicidad. Luego, y pese a las dificultades y pruebas que nos llegan a todos, usted tendrá alguien verdaderamente "especial" que lo reanime y lo ayude en el camino. Y en esta unión dispuesta por Dios que llamamos matrimonio, estará aprendiendo de un modo extraordinario, cómo obedecer el segundo de los grandes mandamientos de nuestro Creador: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Mateo 22:39).
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